El tiempo transcurrido desde que una gota de agua abandona la nube y cae al suelo está condicionado por tantos factores que hacen casi imposible predecirlo con exactitud. Suponiendo un escenario ideal en el que la gota sea perfectamente esférica e indeformable, que no haya viento para que la trayectoria de caída sea perpendicular al suelo y que la velocidad sea constante, sobre la gota actúan dos fuerzas: su propio peso y la resistencia al avance que opone la atmósfera.
Newton propuso una fórmula empírica que, teniendo en cuenta estos datos, calcula la velocidad de caída y, por tanto, el tiempo que tarda la gota en descender desde una altura determinada. Como ejemplo, y supuestas las condiciones anteriores, una gota de 5 mm de diámetro que cae desde una nube a 1.800 metros de altitud tarda en llegar a la superficie unos 4,5 minutos.